Informe Alternativo de los Derechos en la Cuenca del Valle de Jovel

Informe Alternativo de los Derechos en la Cuenca del Valle de Jovel

El objetivo del presente Informe es visibilizar las problemáticas ambientales en la región que abarca la Cuenca del Valle de Jovel y como estas problemáticas afectan el disfrute de los derechos a la educación, a gozar de los beneficios del desarrollo y al ambiente sano, así como los derechos de las mujeres. Esperamos que el mismo pueda ser motivador de otros informes y también acciones orientadas a revertir
estas problemáticas y, por qué no, motivar e inspirar la organización y participación social y ciudadana en materia de ambiente.

Documento de Orientaciones de Políticas Públicas Ambientales

Documento de Orientaciones de Políticas Públicas Ambientales

Este documento consiste en el resultado final del proyecto Con el Ojo en el Agua: hacia la organización social y política en la Cuenca del Valle de Jovel, Chiapas.

El objetivo del mismo consistió en impulsar el desarrollo sustentable en la región de la Cuenca del Valle de Jovel por medio de acciones orientadas hacia la cultura ambiental y la creación de sinergias entre diferentes sectores sociales.

Indicadores sobre Mujeres, Agua y Ambiente

Indicadores sobre Mujeres, Agua y Ambiente

Esta publicación pretende visibilizar la situación de las mujeres en la región que conforma la cuenca del Valle de Jovel por medio de indicadores ambientales, con el fin de que las instancias sociales,académicas y gubernamentales responsables de impulsar la participación social y ciudadana de las mujeres y coadyuvar en la transformación de las exclusiones y desigualdades que ellas viven con respecto al acceso, control y poder de decisión con respecto a los bienes comunes, cuenten con elementos para sus análisis y trabajo.

Diplomado Buen Vivir y Bienes Comunes

Diplomado Buen Vivir y Bienes Comunes

El objetivo del Diplomado en Elaboración de Proyectos sobre el Buen Vivir y Bienes Comunes fue el de capacitar a las y los jóvenes indígenas de Chiapas para la comprensión y el análisis crítico del paradigma de desarrollo y para la elaboración de propuestas de acciones que impulsen en Buen Vivir en sus comunidades.

Agenda Chiapaneca de las Mujeres en Agua y Cambio Climático

Agenda Chiapaneca de las Mujeres en Agua y Cambio Climático

La agenda Chiapaneca de las Mujeres en Agua y Cambio Climático consiste en los resultados de un proceso de encuentros, diálogos y análisis entre mujeres pertenecientes a diferentes sectores sociales y políticos sobre la urgencia de visibilizar sus problemáticas específicas con respecto al cambio climático, principalmente en la Cuenca del Valle de Jovel, y así construir sinergias en torno a la construcción de compromisos interinstitucionales locales sobre mujeres y cambio climático, desde la perspectiva de sus derechos.

Esta agenda pretende impulsar el firme compromiso político y social por revertir las situaciones que provocan la vulnerabilidad de las mujeres frente al cambio climático, situación que requiere de acciones conjuntas entre sociedad y gobierno, así como la adopción de medidas concretas para garantizar la participación y la incidencia de las mujeres en los procesos de elaboración de políticas públicas.

Mujeres y Bienes Comunes: apuntes para un debate necesario

Angélica Schenerock

El hambre y las enfermedades que azotan al mundo, son la cara más viva de los horrores de esta civilización patriarcal y sus instituciones, cuyas ideologías han controlado y controlan los cuerpos y pensamientos de los seres humanos, sus creencias y sus conocimientos, sus deseos y sus sueños, sus alegrías y sus dolores, su alimentación y su vestimenta, su salud o enfermedad, sus ideas y sus sueños, en fin, que controla la vida, principalmente la de las mujeres.

El debate sobre los bienes comunes se inserta en este contexto en el cual los rumbos que está tomando el proyecto capitalista lo hace cada vez más peligroso para la subsistencia de la vida humana y la vida del planeta. Es un debate que alerta hacia el peligro de las privatizaciones y el recrudecimiento de la exclusión de la gran mayoría de seres humanos del acceso a los elementos que posibilitan la vida, como el agua, la tierra, el aire, los mares, los bosques, las plantas, las semillas; y los elementos por medio de los cuales la vida se manifiesta, como las culturas, el arte, la sabiduría y el conocimiento, las tecnologías, las prácticas, las relaciones que construimos con el entorno.

De acuerdo con Silke Helfrich, en el prefacio al libro Un mundo patentado: la privatización de la vida y del conocimiento, el debate sobre los bienes comunes denuncia la relación entre la privatización de la vida por medio de la ingeniería genética aplicada a las plantas, animales y a los seres humanos – y la privatización del conocimiento generado por las tecnologías de la información y comunicación.

Pese a esta riqueza y pertinencia, hasta ahora el debate ha estado marcado por la neutralidad con respecto a las desigualdades de poder entre mujeres y hombres en el acceso a los comunes. Debido a ello, aquí propongo algunos apuntes para que reflexionemos sobre el hecho de que los comunes no han sido tan comunes para las mujeres en el transcurso de la historia y del presente, y que tampoco lo serán en el futuro si el debate no asume el compromiso de una real transformación del sistema patriarcal en el cual se sostiene el capitalismo y su paradigma desarrollista.

Teniendo como punto de partida las violencias, exclusiones e invisibilidad a la que estamos sometidas por el sistema patriarcal y capitalista, la pregunta que surge es porqué hasta ahora las mujeres hemos estado ausentes del debate sobre los comunes, ausentes en el sentido de que dicho debate no ha incluido de manera comprometida las problemáticas específicas de las mujeres y toda la complejidad que ello conlleva.

Finalmente, la idea es que estos apuntes nos inquieten, nos motiven, nos reten a repensar el discurso sobre los comunes desde la perspectiva de las mujeres lationamericanas, ubicadas histórica y geopolíticamente en contextos de hambre, pobreza, exclusiones y violencias, y también en contextos de organización, de creación de significativos espacios de rebeldías teóricas y prácticas, atrevimientos, resistencias, actuancias para transformar esta civilización basada en la muerte y depredación.

1. El cuerpo de las mujeres como bien común

La opresión de las mujeres en el sistema capitalista radica en que este está marcado por la estratificación social, por la jerarquización, la división sexual del trabajo y por la propiedad privada de las cosas, principalmente de las personas. Nuestro cuerpo de mujeres ha sido y sigue siendo propiedad privada de los varones, objeto de consumo, carnada comercial para vender carros, llantas, cervezas, electrodomésticos, comidas, cosméticos, vestimenta, productos de limpieza, todas las cosas que mantienen y mueven el capitalismo y el capital. Ha sido objeto de deseo y lascivia, receptáculo de misoginias, violencias, cuya manifestación actual son los feminicidios y nuestro control por medio del miedo: miedo a decir lo que pensamos y sentimos en las estructuras patriarcales; miedo a hacer, vestirnos y movernos como queramos en los espacios públicos varoniles, como la calle.

En el sistema patriarcal los varones se adjudican el poder y el derecho de propiedad sobre nuestros cuerpos y los controlan por medio de la violencia física, sexual, emocional, económica y social. Independientemente de la clase social, económica o cultural que pertenezcamos, hemos sido reducidas a objeto, un “bien”, una propiedad privada que se manipula, que se vende y que se compra. ¿Por qué el tema de la privatización de los cuerpos de las mujeres y el derecho de propiedad que los varones asumen sobre nuestras vidas no ha estado presente en el debate sobre los comunes? ¿Cuáles serían las consecuencias de esta problemática en dicho debate? Considero que estas serían las primeras interrogantes sobre las cuales reflexionar, discutir y dialogar, si queremos que el debate sobre los bienes comunes haga justicia con la realidad concreta de las mujeres, tanto en el pasado como en el presente. Y no se trata de “incluirnos” como “eje transversal”, tal como hacen algunas políticas gubernamentales y algunos enfoques de las organizaciones y movimientos sociales. Lo que queremos es un debate honesto que reconstruya los espacios del poder, de construcción de conocimientos que abogue por una transformación real del sistema, y no costuras en algo caducado por medio de parches de inclusión.

2. Los Saberes de las mujeres como bien común

Las mujeres hemos sido torturadas y quemadas vivas en la hoguera por conocer las plantas medicinales, por ser parteras y desafiar el mandato divino del parir con dolor; por ser médicas y conocer los misterios de la vida y de la muerte. Son muchos los ejemplos en donde las mujeres, en la civilización patriarcal, hemos sido penalizadas con la muerte por pensar y saber; hemos tenido que usar pseudónimos masculinos para poder publicar nuestras obras; en otros casos nuestras ideas y pensamientos fueron usurpados por el padre, el marido, el amante o el “tutor”. El discurso sobre los bienes comunes con respecto a los saberes y al conocimiento no puede ser neutral en este aspecto.

Durante siglos los conocimientos y saberes de las mujeres han sido patentizados o entonces invisibilizados en el discurso neutral de los saberes de la “humanidad” o de la “comunidad”. Como todas lo sabemos, las comunidades humanas no solamente tienen conocimientos diferenciados de acuerdo al sexo, edad y status de cada miembro, sino que también una desigual división sexual del trabajo y, por lo tanto, accesos desiguales a los elementos del ecosistema, a las tecnologías, al poder y a la toma de decisiones.

Una vez que hemos sido y somos cuerpo-para-otros, a las mujeres no se nos reconoce como seres pensantes y forjadoras de culturas o civilizaciones. Históricamente, las mujeres hemos sufrido trabas de todo tipo para disponer del conocimiento como bien común y no hemos sido reconocidas como productoras de conocimientos, aunque sí los hemos producido a montones – que el sistema político luego se apropia y lo transforma en “eje transversal” o “programas” compensatorios. Algunas de estas trabas son nuestro menor nivel de escolaridad, nuestro menor poder adquisitivo para comprar libros, computadoras e internet, nuestro tiempo y bienestar reducido por la carga laboral en el hogar (que dicho sea de paso no es remunerada). Está lo suficientemente hablado y documentado que las mujeres somos las más pobres entre los pobres, de modo que por tener menos dinero, tenemos menos escolaridad y, consecuentemente, nuestro acceso a las tecnologías de información y comunicación es notoriamente menor que el acceso que tienen los varones.

Debido a ello, el acceso diferenciado (o casi nulo, dependiendo del lugar desde donde se hable) de las mujeres a la información, a la educación, debido a su mayor pobreza y a las violencias de las que son objeto, y el parco reconocimiento y valoración de los saberes de las mujeres es un elemento que debe estar presente de manera contundente en el debate sobre los comunes con respecto a la información, a las tecnologías y el conocimiento. ¿Cómo tendría que ser este debate? ¿Cuáles serían los aportes de las mujeres latinoamericanas, desde nuestra exclusión de los espacios formales e informales de creación de conocimientos, al debate sobre los comunes?

3. Mujeres y comunes: ¿cómo heredar lo que no tenemos?

De acuerdo con el Tomales Bay Institute, en su reporte “El estado de los comunes”, los bienes comunes “son la suma de todo lo que heredamos en conjunto y que debemos transferir, sin merma a nuestros herederos” y para ello tenemos que partir “de la premisa de que somos todos copropietarios de un tesoro compartido. Los regalos de la naturaleza como el aire, el agua, y las creaciones sociales como la ciencia y el Internet, son los activos que constituyen nuestra herencia compartida” (Tomales Bay Institute, 2004, El estado de los Comunes, pág. 36).

Desde el estado mexicano de Chiapas, la experiencia ha demostrado que la propiedad colectiva de la tierra muy pocas veces ha incluido a las mujeres en pie de igualdad, derechos y oportunidades con los hombres. Aquí, la gran mayoría de las mujeres campesinas ha estado excluida de la propiedad colectiva de la tierra, ya que las normas del derecho indígena –cuya costumbre impide que las mujeres sean herederas–, no sigue las pautas de las normas de derecho constitucionales. Aunque las mujeres campesinas sí trabajan la tierra, y lo hacen muchas veces solas cuando los varones migran, ellas no son reconocidas como sujetos de derechos y con poder de decisión en las asambleas comunales, en los distritos de riego, por ejemplo. De hecho, está lo suficientemente demostrado que las mujeres son las que más lidian con el agua, las semillas, las plantas medicinales, el bosque, entre otros comunes y que, sin embargo, no han sido reconocidas como sujetos de derechos y con poder para la toma de decisiones sobre sus usos y distribución.

La experiencia demuestra que no solamente el mercado ha privatizado la tierra, el agua, las semillas, los alimentos y otros comunes de la naturaleza, sino que también la cultura y la sociedad patriarcal lo hacen a cada momento. Las privatizaciones capitalistas son uno de los tantos ecos y ramificaciones de la civilización y culturas patriarcales, y esta constatación ha estado ausente del debate sobre los comunes. ¿A qué se debe esta ausencia? La tierra, el agua, los bosques, las semillas son un bien común, y este común históricamente ha pertenecido exclusivamente a los varones. ¿Qué enfoque, perspectivas y análisis debemos de desarrollar para que el debate sobre los comunes puede revertir esta situación?

Para terminar, ¿qué horizontes queremos construir?

Las mujeres hemos estado ausentes y excluidas de los espacios de la civilización patriarcal, de su “humanidad”; hemos sido despojadas de nuestros saberes y hasta castigadas por pensar; nuestro cuerpo ha sido cosificado, privatizado como propiedad privada de los varones y asimilado a la naturaleza a la cual dominar y despojar; no hemos sido consideradas como seres humanas en pie de igualdad con los varones y como sujetos de derechos en la “comunidad”. Esta realidad debe de ser incluida seriamente en el debate sobre los comunes, pues si no es así, el mismo carecerá del potencial de fomentar una real transformación del sistema patriarcal y sus exclusiones. Como dice la feminista del afuera Margarita Pisano, en su libro Julia, quiero que seas feliz, “nosotras, mujeres latinoamericanas, deberíamos aprender de nuestra historia de explotación y hambre; sin conciencia de esta historia y sin relacionarla con otros continentes, no podremos desear e imaginar otras civilizaciones”.

Artículo publicado en la revista digital Pillku: amantes de la libertad

Agroecología: transitando hacia otro paradigma

Ambiente y Sociedad

Ante este panorama, se vislumbra una transición hacia otros modelos de producción como es la agroecología. Personas conscientes comprenden que el crecimiento económico no ha logrado mejorar la calidad de vida de las personas, ni terminar con la pobreza y el hambre en el mundo –ya que alimentos hay suficientes, lo que falta es una equitativa distribución de los mismos-, ni garantizar la conservación de los ecosistemas.

En palabras del ingeniero agrónomo brasilero Francisco Roberto Caporal, esta transición hacia la agroecología es el paso del modelo agroquímico a estilos de producción agrícola más evolucionados desde el punto de vista de la conservación de los recursos naturales, un proceso social orientado a la obtención de índices más equilibrados de resiliencia, productividad, estabilidad y equidad en la actividad agrícola.

Definiciones y orígenes

Existen varias definiciones sobre la agroecología. Sobre los orígenes, Susanna Hecht explica que “el uso contemporáneo del término data de los años 70, pero la ciencia y la práctica son tan antiguas como los orígenes de la agricultura”. La define como “un enfoque de la agricultura ligada al medio ambiente, sensible socialmente, centrada no solo en la producción, sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción e implica un número de características sobre la sociedad y la producción que van mucho más allá del predio agrícola”. Y encuentra sus raíces “en las ciencias agrícolas, en el movimiento del medio ambiente, en la ecología, en el análisis de agroecosistemas indígenas y campesinos, en los estudios sobre el desarrollo rural y en la economía y la política ecológicas”.

Para el chileno Miguel Altieri, uno de los principales referentes en el tema, la agroecología es “una ciencia que se basa en el conocimiento tradicional campesino y que también utiliza los avances de la ciencia agrícola moderna (exceptuando la biotecnología transgénica y los pesticidas). Provee los principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y manejar los agroecosistemas para que sean productivos, conservadores de los recursos naturales, socialmente justos, culturalmente aceptables y económicamente viables. Es ecológicamente viable porque pretende optimizar el sistema campesino. Es socialmente activa porque tiene que ser participativa y crear redes de intercambio. Es culturalmente aceptable porque no trata de modificar el conocimiento campesino ni imponer, sino que trata de crear un diálogo de saberes. Y es económicamente factible porque utiliza los recursos locales”.

Altieri destaca que “en el mundo hay aproximadamente 1.500 millones de campesinos que ocupan el 20% de las tierras y producen el 50% de los alimentos que consume la población mundial. De esos campesinos, el 50% practica agroecología”. Mientras tanto la agricultura industrial produce el 30% de los alimentos con el 80% del área agrícola mundial.

Manejos agroecológicos

La agroecología intenta que las fincas agropecuarias se parezcan lo más posible al ecosistema natural de la región biogeográfica en que se encuentra. De aquí que se le dé alta importancia a la diversidad de cultivos y prioridad a las especies que mejor se adapten al medio. Además, su práctica tiende al uso de tecnologías apropiadas a las condiciones locales y disminuye la dependencia de insumos externos. Si bien está comprobado que los manejos agroecológicos se pueden realizar en áreas pequeñas, medianas y grandes, es importante remarcar que están en juego cuestiones que van más allá del predio agrícola. El ingeniero agrónomo Altieri mostró ejemplos de entre 500 y 3000 hectáreas que se manejan agroecológicamente. Sin embargo, también sostuvo con otros casos que era conveniente limitar la escala a no más de 50 hectáreas para evitar el desplazamiento de pequeños y medianos productores por parte de empresarios.

Respecto a los manejos agroecológicos básicos podemos mencionar:

– Mantener el suelo cubierto para su conservación y para conservar el agua mediante prácticas de laboreo mínimo, cultivos de cubiertas verdes de invierno y de verano.

– Suministro regular de materia orgánica mediante el uso de compostaje, estercoleros, cenizas, lombricompuesto y biofertilizantes.

– Reciclaje de nutrientes mediante rotaciones de cultivos, asociaciones de plantas, cultivos en franjas, agroforestería (árboles, cultivos y animales) y cultivos intercalados basados en leguminosas.

– Prevención y control natural de plagas y enfermedades mediante el uso de biopreparados, tramperos, plantas repelentes y atrayentes, diversificación y la introducción y/o conservación de los enemigos naturales.

– Uso múltiple del paisaje.

– Producción sostenida de cultivos sin el uso de insumos químicos que degraden el medioambiente.

-Producción, selección y conservación de materiales genéticos locales de semilla, plantines y animales.

Casos en la Argentina

En la Argentina el modelo agrícola biotecnológico sigue teniendo preponderancia: de las 31 millones de hectáreas agrícolas, 20 millones están sembradas con soja, sobre las cuales se rocían 200 millones de litros del agroquímico glifosato por año más otros productos.

En menor medida, pero cada vez más visibles y necesarios, existen otros modelos llevados adelante por campesinos que ya hacían manejos agroecológicos y fueron perfeccionándolos y agregando otros, por pueblos indígenas con acceso a la tierra, y por una oleada de jóvenes de centros urbanos que decidieron vivir en el campo y convivir en armonía con el medio.

Reni Luft (53) y su marido viven hace 36 años en una granja de menos de un cuarto de hectárea, a 18 Km de El Soberbio, una ciudad fronteriza en la provincia de Misiones. A los 8 años llegó desde Brasil y se instaló junto a su familia cerca de su vivienda actual, pero en el monte. Luego se casó, y si bien se lamentó por no haber continuado su educación formal, tuvo la posibilidad de capacitarse por otras vías: “Mucho de lo que aprendí fue con el Movimiento Agrario Misionero (MAM), ellos estaban trabajando en el tema de la Ferias Francas y me invitaron a participar de sus reuniones porque se estaba por crear una feria en el Soberbio, así que estoy muy agradecida con ellos con quienes además aprendí a amar a la naturaleza”.

Sin embargo, no todos los integrantes de las ferias realizan manejos agroecológicos: “Hay algunos que sí y otros no. O también hay gente que no usa agroquímicos en la huerta, pero como plantan tabaco allí sí usan”, explicó Reni.

En el caso de su finca, intentan no usar ningún tipo de veneno. En cambio, utilizan diversidad de plantas aromáticas en las cabeceras de los canteros de la huerta que ayudan a evitar los insectos. Tampoco usan agroquímicos en la mandioca que cultivan en un espacio cedido por su vecina.

Otra práctica que implementaron es la plantación de gran variedad de árboles frutales, muchos nativos, como la jaboticaba, pitanga, araticú, mamón, coco, mango, mora, naranja, ciruela, pera y durazno. También tienen frutilla del aire –planta nativa-, y cultivo de frutillas convencionales. De allí consumen las frutas y elaboran mermeladas que también venden. A su vez, plantaron otros árboles nativos como el lapacho rosado y el amarillo, la guayubirá y el palo borracho que entre otros servicios ambientales, les ofrecen sombra y controlan el viento.

El abono orgánico para la huerta lo hacen en tres pozos que usan de manera rotativa donde depositan los desechos de la cocina y las hojas. Como tienen gallinas ponedoras de huevos y algunas gallinas doble pechuga para alimento, usan su estiércol también para abono, una vez que se desintegró. Y tienen lombricompuesto que es otro tipo de abono orgánico que se obtiene a partir de la acción de las lombrices californianas.

Cristian Barrionuevo es estudiante de Ciencias Agrarias en la Universidad Nacional del Noreste y ayuda a su tío Jorge Frías a trabajar su campo ubicado a escasos kilómetros de la localidad de Puerto Tirol, en la provincia del Chaco. Hace dos años comenzaron a trabajar una hectárea de las diez que poseen, en principio para satisfacer las necesidades familiares. Además, utilizan el monte para apicultura, el pastizal para plantar árboles frutales como mamón y cítricos, y cuentan con un espacio para una futura represa.

Hoy los manejos que realizan son agroecológicos casi en su totalidad, y aunque quisieron hacerlo así desde el inicio, fue una transición ya que los dueños anteriores tenían plantaciones de eucaliptos. “Como mi tío trabaja con los campesinos y conoce experiencias agroecológicas, sabía que tardaría entre 5 a 7 años lograr un equilibrio ecológico en la finca, y es lo que pasó. Primero costaba mucho que salgan bien las verduras, las huertas no funcionaban, las plagas se comían todo sin usar agroquímicos, por eso tuvimos que usar insecticidas para las hormigas”.

Si bien ahora las hormigas casi no molestan o comen muy poco, en caso de que aparezcan las combaten sin agroquímicos. Por ejemplo, para que no invadan los cajones de las abejas, colocan una bandeja de aceite quemado debajo del caballete que los sostiene, y las hormigas no pueden subir. Para otras plagas realizan aplicaciones de tintura de timbó para control y prevención, para los pulgones en los cítricos usan preparados con ajo y tabaco y para ahuyentar a los pájaros de la chacra, cuelgan CDs o tiritas de metal ya que los reflejos de luz los espanta. Además, usan fertilizante líquido de ortiga, una planta autóctona que ayuda a fortalecer el crecimiento de las plantas.

En la finca realizan una combinación de actividades como apicultura, huerta, chacra, cultivos para mejoras en el suelo, árboles frutales y aves de granja, dándole un uso múltiple al espacio.

Previamente a la siembra en la chacra, pasan el tractor con la rastra de disco de manera superficial, luego mezclan la materia orgánica que queda y esperan que se incorpore en el suelo. Cristian considera que no es la mejor manera de hacerlo porque al remover el suelo se debilita, pero aun no cuentan con cantidades de abono orgánico suficiente para incorporar al suelo y poder hacer siembra directa.

Allí tienen maíz, zapallo y mandioca, y en los laterales árboles de nuez pecan, paltas, chirimoya, manzana, ciruela, durazno, carambola y timbó en cantidades ya que sirven para combatir gusanos en el suelo y para hacer preparados evitando la compra de insumos. También asocian cultivos, por ejemplo, mandioca, maíz y zapallo tronco o sandía, con el fin de captar más nutrientes, controlar plagas y facilitar la polinización.

Otra parte del campo está preparada para sembrar alfalfa y sorgo con el fin de generar materia orgánica y proteger el suelo, práctica agroecológica llamada abono verde. Además la alfalfa sirve de alimento para las gallinas.

En la huerta tienen acelga, remolacha, cebolla, zanahoria, repollo, lechuga, rabanito y zapallo tronco y sólo un tercio tiene riego ya que la zona se caracteriza por ser húmeda, además consumen plantas silvestres como la achira.

Cristian dejó un pequeño sector de experimentación para probar qué cultivo se adaptaba mejor al ambiente con un solo riego inicial. En un suelo casi sin modificar, plantó aromáticas, árboles frutales, hortalizas y maíz y lo cubrió con vegetales y cartón para que no salgan yuyos. Varias de las especies resistieron sin inconvenientes.

También tienen un área de monte que conservan y usan para apicultura. Hoy tienen cinco cajones de abejas, pero quieren aumentar la producción. Para ser más exactos, hacen permapicultura, una técnica más conservacionista que intenta molestar lo menos posible a las abejas, que evita darles azúcar como alimento –ya que la consideran veneno-, e intenta achicar su tamaño que fue aumentado por el hombre creyendo que iban a producir más, pero según la permapicultura, fue la causa de la propagación de la Varroa, un ácaro que las ataca.

Llega el atardecer en el campo de Tirol, los monos aulladores se hacen oír con fuerza. También conviven conejitos de monte, víboras, tucanes, sapos, mariposas e incontables especies de aves, señal de que el agroecosistema está equilibrado.

Agapito vive junto a su compañera en las afueras de El Soberbio, Misiones, hace unos 30 años. En una granja de más de 200 hectáreas tienen huerta, numerosos árboles nativos y frutales, pollos parrilleros que alimentan con maíz que cultivan y muelen ellos mismos “logrando una mejor calidad”, y cerdos que comen con lo generado en la chacra porque “con alimento balanceado es imposible que tengan sabor a chancho”, aclaró Agapito. Destinan siete hectáreas para maíz y una a dos hectáreas para mandioca para alimentar a sus animales y cuenta con una zona de monte en recuperación que utilizan para ganadería.

Una cuestión importante que recomendó Agapito es el cuidado del pozo de agua: “Cuando llegué el pozo era a cielo abierto, muy expuesto, entonces le hice un cuadro de material y dejé un caño de salida, la naciente de agua la dejé libre, le puse piedras que hacen de filtro, y pasturas, de esa manera se cubre de los venenos y otras impurezas que puedan contaminarla”.

Lo destacado de su finca es la abundancia de árboles nativos, muchos plantados por él: “Tengo loro, incienso, cedro, guatambú, guayubirá, guayca, palmera natural del monte, coquero, soita, y también frutales. Pero para llegar a esto tuve un cambio personal, porque a decir verdad, cuando llegué acá planté 150 hectáreas de pino (risas), después los fui sacando y fui preparando el terreno. Y este cambio mío tuvo que ver con mi acercamiento y capacitación en la escuela Escuela de la Familia Agrícola (EFA). Para mí lo que hice fue una gran victoria, fíjese que hace 30 años empecé a plantar árboles nativos”, enfatizó Agapito.

La EFA, institución de gestión privada inserta en el medio rural en diversas provincias de la Argentina, tiene una función destacada en la promoción de las prácticas agroecológicas. Tiene un sistema de alternancia de 15 días en la escuela y 15 en los hogares y los alumnos son, por lo general, hijos de pequeños productores. “La EFA tiene como principio respetar el medio ambiente por sobre todo y es un eje transversal en todas las materias y en el día a día de la convivencia interna”, contó Alicia Canteros, docente de la Efa Tupa Rembiapo de Santa Ana, Corrientes.

Comercialización

Para estos otros modos de producción, las Ferias Francas cumplen un rol destacado ya que posibilitan la comercialización de los productos de forma directa hacia los consumidores de pueblos y ciudades, es un espacio de encuentro, de promoción y de intercambio de saberes. Mientras que para el consumidor es la posibilidad de consultar acerca del alimento que compra.

En el caso de Reni, los alimentos que no consumen, los venden a los turistas que llegan a su casa o en la Feria Franca que funciona en el Soberbio todos los sábados por la mañana. Allí vende cultivos de la huerta, mandioca, maníes, frutas, huevos, pollos, mermeladas, almíbar, pickles, dulce de leche y licores. “Las personas que se acercan a la feria y nos consultan cómo producimos los alimentos, son por lo general de otros lugares, aquí en el pueblo nos falta mucha concientización sobre el daño que provoca el uso de venenos tanto para el productor como para el consumidor”, se lamentó Reni.

Por su parte, Agapito tiene clientes en el pueblo que le hacen pedidos por teléfono o personalmente. Les vende cebolla, lechuga, perejil, mandioca, pollo, carne de chancho, dulces, pickles, queso, crema, leche y dulce de leche. Además, su compañera hace artesanías junto a un grupo de mujeres del Soberbio y San Vicente que venden en la provincia y fuera de ella. Contó que participa de la Feria Franca hace sólo tres meses: “Lo bueno que tiene la feria es la diversidad de productos que ofrece, además es una atracción para los curiosos y el boca a boca también ayuda para la promoción de nuestros productos”.

En el caso de Cristian y su tío, si bien la comercialización de la producción no es prioridad ya que es para autoconsumo y el ingreso familiar es otro, lo que sobra lo venden: “Algunos huevos, ahora hay mucha producción de plantines que los llevaré a una feria y porongos para mate. Vendemos sobre todo directamente al consumidor, a gente conocida, en el trabajo y en Resistencia, Chaco. También armamos una página en internet donde nos hacen pedidos, pero tenemos que ir aumentando la producción.”

Alicia contó que la EFA de Santa Ana, Corrientes, también vende parte de su producción que realizan docentes y alumnos: “Tenemos vivero, miel, porcinos, gallinas, huerta, producción bajo cubierta de tomate y pimientos y frutales. La gente se acerca a comprar a la escuela o en los eventos del pueblo como es la fiesta patronal, en las ferias y están nuestros clientes fijos que llevan huevos y las canastas de verdura. Hoy también estamos vendiendo pollo”.

Dificultades y soluciones

Para Reni uno de los principales problemas para llevar adelante manejos agroecológicos es que sus vecinos aplican agroquímicos y por efecto del viento también llegan a sus cultivos: “Cuando me preguntan si el producto que vendo es sano, les contesto que no se los puedo asegurar, porque si bien yo no uso veneno tengo vecinos cercanos que plantan tabaco o cítricos que fumigan con máquinas y el viento trae el veneno a mi huerta”. Lo mismo le sucede a Agapito: “En mi huerta no uso agroquímicos y utilizo abono natural, pero el veneno que usa el vecino viene por el aire y no puedo decir que mi producción es 100% ecológica”, aunque también destaca que con la abundancia de árboles que hay en su finca es difícil que llegue el agroquímico de los vecinos que plantan tabaco.

En el caso de Tirol, Cristian relató que solo una vez unos vecinos quisieron sembrar soja, pero su tío logró convencerlos para desistir de la idea, explicándoles entre otras cosas, que era una zona donde viven familias con niños y hay casas de fin de semana. El posible problema allí es la contaminación del Río Negro que rodea el campo: “Hoy no nos afecta directamente porque no usamos agua del río, pero hay informes que constatan la contaminación por la fábrica de tanino instalada en el pueblo y la gente dice que antes se pescaba y ahora no. De todos modos, como acá llueve seguido podemos maximizar el uso de esa agua, y para eso ya tenemos planeado hacer una represa”.

Otro inconveniente es cómo convivir con los animales del monte que al tener su hábitat cada vez más reducido buscan alimento en las fincas como le sucedió a Reni: “Un vez tuvimos una seca tremenda, yo regaba la huerta dos o tres veces por día, y a la noche venía un tatú y no me dejaba nada de verdura para la feria. Así estuve dos meses hasta que un día mi perro logró atraparlo. Pero no tendríamos que matar a los animalitos para cosechar alguna planta, porque nosotros destruimos su ambiente y ellos tienen derecho a comer y vivir también”. Para estos casos, Cristian recomendó colocar cercos de tunas y cedrón, que pinchan y hacen una mata frondosa alejando a los animales.

Políticas públicas y acciones necesarias

Para el ingeniero Altieri el mayor obstáculo para el desarrollo de la agroecología es la falta de voluntad política, los intereses de las multinacionales, la sobrefinanciación para la investigación y desarrollo de la agricultura convencional y la casi nula para la agroecología.

Reni señaló que en el Soberbio falta apoyo desde instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Además, los feriantes dejaron de contar con la colaboración del técnico del MAM: “Nos falta asistencia técnica para los feriantes. A los colonos que plantan tabaco dicen que sí los asesoran, que son mayoría por los beneficios sociales que reciben. En cambio para los agroecológicos falta incentivo desde el municipio que tendría que ser el primero en fomentarlo junto a la provincia, ya sea dando charlas, orientando a los productores para cuidar el monte que queda y evitar el uso de venenos”.

Para Agapito, falta voluntad y confianza de los pequeños productores: “En la feria somos menos de 10 familias las que participamos, ahora si viene una empresa particular para plantar tabaco y necesita 200 colonos, en el día los junta, en cambio nosotros podemos pasar 10 años y no llegamos a 20”.

Cristian también señaló la carencia de técnicos especialista en el tema y dejar de fomentar insistentemente la producción convencional: “Faltan técnicos que sepan de agroecología y que ayuden a la gente, pero no hay muchos formados en el tema. También se necesitan nuevos mercados locales para la comercialización y ayudarlos a que se mantengan en el tiempo y funcionen. Y como estudiante creo importante enseñar la opción agroecológica en la universidad o aunque sea nombrarla”.

Otras cuestiones necesarias que consideró Cristian son “darle mayor publicidad y reconocimiento a la agroecología” y como acción indirecta, “otorgarle mayor autonomía a los municipios para que tengan poder de decisión real, para dar lugar a la democracia participativa y de esta manera beneficiar la producción agroecológica”.

El movimiento agroecológico en la Argentina

Existen escasos registros sobre el desarrollo de la agroecología en la Argentina. En una consulta a Artenio Driutti, ingeniero agrónomo y director del Instituto Agrotécnico de la Universidad Nacional del Nordeste, explicó que “los orígenes en la Argentina fueron iniciativas locales dispersas, mientras que a nivel académico, la Universidad de La Plata fue la primera en abrir una Cátedra de Agroecología en la carrera de Ingeniería Agronómica y desde allí se promovieron grupos de trabajo en los alrededores de la ciudad”. “Otro grupo importante surgió en Rosario, provincia de Santa Fe, que en los años 90 realizaron cursos de agroecología en distintos puntos del país. Uno de ellos fue en la Granja Naturaleza Viva de Enrique Vénica, en Guadalupe Norte, Santa Fe, un emprendimiento familiar que cuentan con 25 años de experiencia en producción agroecológica. También promovieron cursos de posgrado en Agroecología en conjunto con la Universidad de Córdoba, España, donde se capacitaron personas que hoy son referentes en el tema. Ese grupo continúa dando cursos, está bien organizado y es muy dinámico”, relató el ingeniero. No casualmente, existe en Rosario un Programa de Agricultura Urbana de la Municipalidad que funciona desde 2002, se trata de una red productiva que integró unas 10 mil familias desocupadas en la producción y elaboración de alimentos mediante técnicas ecológicas que se destinan al consumo familiar y al mercado.

Ya en los últimos años se destacaron los encuentros Regionales de Agroecología en el noreste argentino, en 2010 y 2011 se realizaron en General San Martín, Chaco, convocados por el Movimiento Agroecológico Chaqueño y en 2013 en Bella Vista, Corrientes, donde participaron alrededor de 700 personas de diferentes provincias y países. Estos espacios tuvieron el mismo objetivo de promocionar, defender e intercambiar conocimientos y experiencias agroecológicas.

Tras el encuentro en Bella Vista, se conformó la Red Regional de Agroecología. Paiá Pereda, coordinadora del Instituto de Cultura Popular (INCUPO), explicó que hubo “tres corrientes que confluyeron: los organizadores de los encuentros en General San Martín, las organizaciones nucleadas en el Movimiento Agroecológico Latinoamericano (MAELA) que trabajan en el nordeste argentino, y el Consejo de Garantía Participativa de Bella Vista, quien tomó la iniciativa de convocar al encuentro el año pasado. En la reunión de evaluación consideramos que teníamos que mantener el espacio durante todo el año y así surgió la idea de convertirnos en Red Regional”.

Desde 2007 funciona en Bella Vista el Sistema de Certificación Participativa de productos agroecológicos que le permite al productor diferenciar su producción en el mercado local. A diferencia de la certificación orgánica convencional, es un sistema gratuito para el productor por lo tanto no encarece el producto. Además, como requiere la participación de diversos actores locales quienes controlan y aseguran la calidad del producto, se promueve la participación directa de consumidores, pequeños productores, asociaciones, instituciones públicas y Ongs.

Más recientemente, la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Nación creó un área específica con enfoque agroecológico “para acompañar y promover la agroecología como herramienta de consolidación de las comunidades rurales, potenciando sus capacidades en la producción de alimentos saludables, en cantidad, calidad y diversidad”, explicó la referente del área Renata Valgiusti. “La intención es responder a las demandas de organizaciones de la agricultura familiar, técnicos e instituciones para profundizar los manejos agroecológicos, apoyar el trabajo que se viene realizando en torno a la preservación de semillas nativas y criollas e incluir la agroecología en los programas y organismos destinados a la agricultura familiar”, detalló la ingeniera agrónoma.

Ecoportal.net

Revista Superficie
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