Los días 9, 10 y 11 de marzo de 2021, Agua y Vida, Mujeres, Derechos y Ambiente, junto a la Casa de la Mujer de Palenque Ixim Antsetik, convocamos al encuentro “Las mujeres por la soberanía alimentaria, la salud y la defensa de los territorios: tejiendo alternativas a la expansión de la palma aceitera en el Sureste de México.”
Participamos mujeres indígenas y campesinas de diferentes regiones del estado de Chiapas para revisar y analizar los impactos del monocultivo de la palma aceitera sobre los territorios y sobre nuestros cuerpos.
Analizamos la expansión de la palma en nuestros territorios. En nuestro estado está sembrado el 79% de la palma aceitera que se produce en México.
Según los datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en 2018 tan solo en la región Costa-Soconusco existían 27,500 hectáreas sembradas, distribuidas en los municipios de Acacoyagua, Acapetahua, Escuintla, Frontera Hidalgo, Huehuetan, Huixtla, Mapastepec, Mazatan, Suchiate, Tapachula, Tuzantan y Villa Comaltitlán. Además, habían 1482.5 hectáreas de palma aceitera sembradas en los municipios de Catazaja, Chilón, La Libertad, Palenque y Salto de Agua. A ello se suman un total de 7.051 has, distribuidas en los municipios de Benemérito de Las Américas, Marqués de Comillas y Ocosingo (SIAP, 2018).
En Chiapas existen 11 empresas procesadoras de aceite de palma. En la región Costa-Soconusco, en el municipio de Acapetahua, se ubican las procesadoras: La primavera; la Cooperativa de Palmicultores de La Costa de Chiapas; y BEPASSA (ahora Aceitera Chiapaneca la Palma S de P.R. de R.L. de C.V., propiedad de pequeños productores). En Huehuetan se encuentra la procesadora Industria Oleopalmex – Sociedad Anónima Promotora de Inversión De Capital Variable. En Mapastepec se localiza la procesadora Agroimsa (de la empresa Oleopalma); en Villa Comaltitlán tienen presencia la procesadora ZITIHUALT SPR de RI (Propiedad de pequeños productores, antes llamada de “El Desengaño”), y la procesadora La Lima. Para el municipio de Palenque, tenemos a Palmeras Oleaginosas del sur S.A de C.V. (PALMOSUR) propiedad de Palma Tica; la procesadora Agroforestal Uumbal Chiapas S.A.P.I. de C.V; la Agroipsa (Ahora Oleopalma). En el municipio de Marqués de Comillas tenemos a la procesadora Aceites Sustentables de Palma.
Conforme nos compartieron las compañeras que participaron en el taller, en la región de Palenque estas empresas actúan acaparando los territorios, promueven la siembra de palma bajo la promesa de que campesinos y pequeños productores se convertirán en “empresarios”. Sin embargo, tiempo después, al no poder amortizar los gastos económicos que implica la plantación, son obligados a arrendar o vender sus tierras a las procesadoras.
Aunado a este contexto, en la mayoría de ejidos y comunidades de Chiapas, las mujeres se enfrentan a estructuras patriarcales que no les reconoce su derecho a la tierra, situación que las coloca en desventaja para la toma de decisiones en sus territorios.
La siembra de monocultivos de Palma aceitera causa enorme impacto sobre nuestros territorios, en específico sobre el agua, ya que consume grandes cantidades para su cultivo y procesamiento.
Conforme los testimonios que nos proporcionaron, las raíces de la planta de palma tienen un tipo de crecimiento que impide que el agua de lluvia se filtre de manera suficiente en el suelo donde se encuentran las plantaciones de palma, hecho que dificulta la recarga de ríos, arroyos o manantiales existentes.
En el taller también reflexionamos sobre cómo la expansión del monocultivo de palma se vincula a la presencia de grupos militares y paramilitares en las regiones en donde se encuentran las plantaciones, lo que genera mayor violencia sexual, física y control los cuerpos de las mujeres y nuestros territorios. Un ejemplo claro lo tenemos cuando las empresas procesadoras no permiten el uso de los caminos “saca cosecha”, que antes de su llegada, eran de uso regular para el paso entre comunidades. Como nos ha compartido una participante del taller: “nos volvemos ajenas en nuestra propia tierra”.
La estrategia de control sobre nuestros territorios y cuerpos, la violencia, la contaminación de nuestras fuentes de agua, el encarecimiento y el desabasto regional de los productos de nuestra canasta básica, la doble o triple jornada para proveer a nuestros hogares de agua, nos impacta directamente a las mujeres y nos pone en más riesgo en el actual contexto generado por la pandemia del COVID-19, pues se vulnera aún más nuestras formas de vida, nuestros procesos organizativos y nuestra apuesta por seguir tejiendo el camino por la salud y la soberanía alimentaria.