Desde siempre, las mujeres hemos luchado por nuestros derechos, por la dignidad de la vida y por la justicia en todas sus formas. Nuestras ancestras han resistido diferentes luchas por preservar la vida, una vida significativa y digna para nosotras, nuestras familias y la naturaleza. Pero el sistema patriarcal capitalista, racista y colonial ha intentado borrar sus historias y nuestras historias. Ha ocultado nuestros relatos de vida, las esperanzas, dolores, alegrías y victorias que construimos cada día.
Una historia en común
En muchos territorios, las mujeres sostenemos las luchas por la defensa de la tierra, del agua, las semillas y otros derechos fundamentales. Hacemos frente a todas las prácticas, costumbres y pensamientos que buscan invisibilizar nuestro papel en la toma de decisiones.
Las defensoras enfrentamos varias dificultades para la participación y el reconocimiento de nuestro trabajo e identidad. Debido al machismo y sexismo presente en la sociedad y cultura, nuestra identidad individual y colectiva como defensoras de derechos humanos todavía no es lo suficientemente reconocida, ni valorada y ni promovida, pues el trabajo que realizamos es visto como una amenaza al patriarcado y un desafío a las normas tradicionales de género presentes en los movimientos sociales, en las familias y comunidades.
Justamente por levantar la voz, por nuestra valentía e indignación, por no quedarnos calladas y denunciar las violencias e injusticias, el trabajo que realizamos nos convierte en blanco de ataques de todo tipo, a modo de desalentar nuestra organización política feminista.
Estas somos, y aquí estamos
Para contrarrestar esta realidad, hemos impulsado tres encuentros entre defensoras que desde años nos acompañamos mutuamente. Darnos el tiempo para encontrarnos, convivir, reflexionar, debatir, soñar y planear juntas los caminos que queremos transitar para nuestro fortalecimiento y reconocimiento, ha sido, en lo mínimo, poderoso. De hecho, no hay mayor poder que construir y cons-pirar juntas los mundos que queremos.
Juntas, hemos recuperado y reconstruido nuestra memoria presente e histórica, y desde ahí, trazamos las pautas para construir lo que nosotras mismas entendemos que es la comunicación feminista: una comunicación que nos empodera, que nos acerca, que transforma este mundo caduco, violento y opresor; una comunicación que se suma a los esfuerzos para transformar las violencias y desigualdades sociales, económicas, ambientales y climáticas que enfrentamos.
Gracias a todas las compañeras que hicieron posible estas rebeldías.